La sobrina de José Alperovich denunció en la justicia al senador tucumano de violación por varios hechos de abuso sexual agravados por acceso carnal entre 2017 y 2019, lapso durante el cual ella trabajó como su colaboradora en la campaña como pre candidato a gobernador de Tucumán. La mujer, de 29 años, se encuentra bajo custodia policial a pedido de la Justicia. Alperovich, mientras tanto, niega los dichos en sus redes sociales.
La denuncia por abuso sexual fue realizada este viernes en Buenos Aires, en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM) y también en los Tribunales de Tucumán, debido a que los abusos habrían tenido lugar en ambas provincias.
El fiscal Santiago Vismara ordenó este viernes por la tarde darle custodia policial a la sobrina del ex gobernador de Tucumán, ya que era una de las peticiones que ella había realizado conjuntamente con la denuncia: prohibición de acercamiento y custodia policial en su domicilio de Tucumán. A esto se sumo el pedido de negarle al senador salir del país, para evitar que exista la posibilidad de darse una situación de fuga, como consecuencia de “sus recursos económicos y de poder político”.
José Alperovich, por su parte, negó los dichos y los llamo «mentiras». De hecho, agregó que la sobrina previamente lo estaba extorsionando y por eso había realizado una denuncia. En Twitter, también hizo declaraciones: no sólo adelantó que se presentará en la Justicia, sino que también acusó a la denunciante de ser una «víctima» que se exhibe «falsamente». También, develó la identidad de la mujer de 29 años, quien, horas previas a la publicación de los tweets, expresamente había pedido que se respete su privacidad.
Por parte de #NiunaMenos Tucumán, se le fue exigido al dirigente tucumano que borre el tweet, renuncie a su banca en el senado y se someta a la justicia. Además, repudiaron la develación de la identidad de la presunta víctima: «Revelar el nombre de una víctima de violencia sexual denota tu misoginia y violencia», resaltaron.
Alperovich, contrariamente, declaró, según éste, con «esperanza» aguardar a «que la justicia ponga las cosas en su lugar y se demuestre quién es quién y queden al descubierto los oscuros designios que guían el accionar de la denunciante», destacó.
Por otro lado, la joven acompañó su denuncia con una carta que se encabeza: #NoNosCallamosMás. Prosigue más adelante «Estoy aquí contra la opresión del silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe». Continua dandóle nombre: «José Alperovich violentó mi integridad física, psicológica y sexual». Lo dicho en la denuncia también se vio reflejado en las declaraciones de Ricardo Santoro, abogado de la mujer, quien dice admirarla por haber afrontado la situación y «decidir no callar».
La carta
Estoy segura que ninguna persona que haya sufrido violencia sexual quisiera estar en este lugar, desnudando la intimidad más dolorosa de su vida. Pero nos obligan a encontrar en esta manera la posibilidad de ser escuchadas. Ya no nos callamos más, pero tampoco queremos hablar por lo bajo de lo que nos pasa, de lo que sentimos, de lo que nos hicieron y de cómo hacemos para volver a la vida después de que hechos tan traumáticos nos la cambiaron para siempre.
No escribo para convencer a nadie de nada. Estoy aquí contra la opresión del silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe.
El mío se llama José Jorge Alperovich, mi tío segundo y jefe, por quien fui violentada sexual, física y psicológicamente desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019. Durante un año y medio sufrí violaciones a mi integridad física y sexual. El avasallamiento fue demoledor. Tanto que ni siquiera pude ponerlo en palabras. Él oscilaba libre y cómodamente en los tres escenarios ante los que me posicionaba: el familiar, el laboral y el del horror de la intimidad que me forzaba a vivir con él.
No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mí. Ya se cansaría de mí, de que no quiera, de que sea “asexuada” como me llamaba. Pero su fijación no cesaba, durante mucho tiempo quiso más y más seguido, con más ganas, con más fuerza, con más violencia por mi resistencia.
La sensación de que nunca nadie iba a salvarme, de que no iba a haber una interrupción o algo que me sacara de esos lugares. Era expresamente su voluntad. Yo no podía salir sola del encierro porque sabía que tras la primera puerta había caseros, y policías y custodios armados. Todos sabiendo lo que estaba pasando adentro y cuidando las fronteras de él. Estaba completamente atrapada.
Yo nunca elegí estar ahí de esa manera. Se lo decía en cada no. Pero mis no para él nunca fueron suficientes. No se trataba del ímpetu ni de la cantidad de veces que se lo decía ni de cómo se lo explicaba ni de cómo mezquinaba mi cuerpo ni de cómo intentaba defenderme ni si lloraba o no. Nunca en mi vida lloré tanto.
Durante todo ese tiempo no tuve ni un respiro. Trabajé sin parar, sin vacaciones, sin feriados. Solo me liberaba cuando él viajaba. Pero cuando regresaba, volvía también la pesadilla. Hasta que se detuvo, hasta que las situaciones en las que el disponía quedarse solo conmigo para tocarme y penetrarme se volvieron situaciones ya de violencia y maltrato público, delante de personas. Pero ya no más por dentro, ya no más al hueso, ya no más solos.
Pensar en quién era yo antes, sin miedo, con deseo de desarrollarme, de aprender, de vivir. Si me conocías pensarías que era una mujer a la que jamás le podría pasar algo así. El peligro cayó sobre mí todo junto, encubierto en el afecto familiar y en la seriedad de lo laboral. Quedé atrapada y atravesada para siempre.
A mí esto me cuesta desde el día que empezó a pasar y en todos los sentidos. Solo quiero justicia. Recuperar mi vida. Tengo 29 años, soy libre, soy joven. Quiero volver a empezar poniendo cada cosa en su lugar. Responsabilidad de acciones, consecuencias para quien corresponde. Hasta ahora, sólo las cargo yo. Sacarme esta mochila que ya no puedo sostener más y entregársela a su dueño.
No miento, no busco fama. Nadie quiere hacerse famosa por contar el horror que vivió. No quiero dinero ni hay un trasfondo político detrás de mi denuncia. Soy mucho más que todo eso que se pueda especular. Esto es por mí. El motivo más importante de mi vida es mi renacimiento, mi sanación y la búsqueda de justicia. ¿Qué motivo más importante que el valor de mi propia vida puedo tener?
Estoy acá contando lo que viví por mi seguridad pero también para que otras mujeres se animen a hablar. Esto no me mató, me puedo proclamar y me puedo defender. Me puedo recuperar, me puedo cuidar, me puedo elegir. Hoy elijo no callarme nunca más. A pesar de que me decía, en pleno horror: ‘cállate, ¿no ves cómo estoy?’, para tapar todos mis no. No me callo nunca más. Este es mi nunca más. Ojalá también sea el nunca más de todas aquellas que queremos dejar de callar.
Elijo cerrar con estas palabras de Zuleika Esnal: “A las que denunciaron. A las que no. A las que pudieron salir. A las que no. A las que me escriben pidiendo que escriba. A las que me escriben pidiendo que no, que solo quieren probar qué se siente que alguien más sepa su infierno. A las todavía no. A las ahora sí. A las no puedo. A las sin nombre ni apellido. A las no pongas mi ciudad, por si me encuentra. A las mi vieja sabía y no hizo nada. A las de huesos rotos. A las que ya no están para contar su historia. A las que están acá pero no pueden contarla. A las que escriben paredes. A las que no. A las que salen a la calle. A las que no. A las que me va a sacar el nene si denuncio. A la memoria de todas. A sus mamás. A todas las mamás. (…) A las callate y aguantá. A las no aguanto más. A las me quiero morir. A las de sexo anal para no quedar embarazada de mi viejo en sexto grado. A las viajeras que no vuelven. A las que vuelven y es un lujo. A las te escribo ahora que duerme. A las te dejo que volvió. A las me mata si se entera. A las no sé a quién recurrir. A las te escribo porque yo no tengo a nadie”.
He tomado conocimiento por los medios de las denuncias radicadas por Florencia León .
Al respecto, deseo negar enfáticamente los hechos que denuncia. Cuento con numerosas pruebas y testigos que demuestran mi inocencia y la verdad.— José Alperovich (@JAlperovichOk) November 22, 2019
Ya he dado instrucciones a mis abogados para ponerme a disposición de la justicia para aclarar lo sucedido, pues es en ese ámbito dónde se debe dilucidar lo ocurrido.
— José Alperovich (@JAlperovichOk) November 22, 2019
Por otra parte, informo que desde hace tiempo he sido víctima de amenazas y exigencias indebidas por parte de quién ahora se presenta falsamente como víctima y ya con anterioridad promoví la denuncia y la investigación pertinente ante la justicia.
— José Alperovich (@JAlperovichOk) November 22, 2019
Todos saben quién soy. Llevo años desarrollando una honorable actuación pública, sin cuestionamientos algunos.
— José Alperovich (@JAlperovichOk) November 22, 2019
Pues enfrentaré este embate con la esperanza de que la justicia ponga las cosas en su lugar y se demuestre quién es quién y queden al descubierto los oscuros designios que guían el accionar de la denunciante.
— José Alperovich (@JAlperovichOk) November 22, 2019