“Será infructuosa la labor de los hombres que hoy tienen en sus manos la organización futura del mundo, si piensan que la paz podrá establecerse con miras permanentes, sin ser cultivada primero en la mente de cada uno. ¿Cómo ha de ser posible la armonía entre dos, si en uno solo, dentro de sí mismo, existen luchas y guerras? ¿Y cómo ha de ser posible entre muchos, en iguales condiciones?”
Carlos. B. González Pecotche – marzo de 1943
El 30 de noviembre de 1981, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 21 de setiembre como Día de la Paz y en 1999, adoptó la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, para subrayar que la paz no solo es la ausencia de conflictos, sino también un proceso positivo, dinámico y participativo que promueve el diálogo y la cooperación mutua.
Observando la realidad actual es posible preguntarse ¿Qué ha sucedido con objetivos tan elevados? ¿Por qué aún hoy los hombres, los países, los grupos humanos siguen apostando a la guerra para resolver sus conflictos?
La Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) parte de la noción de que «puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz».
Este día no solo involucra a los líderes mundiales, sino también a individuos y comunidades que trabajan incansablemente por la paz desde diferentes frentes: la educación, la sostenibilidad, el desarme y los derechos humanos. Desde las campañas de sensibilización hasta los actos simbólicos como el repique de la Campana de la Paz en la sede de la ONU, esta jornada es un recordatorio de que la paz no es un estado pasivo, sino un proceso continuo que requiere el compromiso activo de todos
El Día Internacional de la Paz debe estimular la reflexión individual para encontrar las causas que promueven la resolución de las diferencias con el enfrentamiento y no a través de un debate inteligente y razonable que conduzca a una respuesta que equilibre el interés de las partes. Aprender para poder trasladar ese aprendizaje hacia el entorno inmediato primero, hacia el mundo después, en busca de lograr el cumplimiento de tan anhelado objetivo en beneficio de toda la humanidad.