El 28 de julio de 2024 se conmemoran los 121 años del nacimiento de Silvina Ocampo, una de las voces más singulares de la literatura argentina del siglo XX. Nacida en Buenos Aires en 1903, Ocampo se destacó por su estilo distintivo en la poesía y el cuento, que reflejaba su compleja visión del mundo.
Criada en una familia acomodada de alta burguesía con gran influencia política y social, Ocampo vivió una infancia marcada por la soledad, exacerbada por la muerte de su hermana Clara y la boda de Victoria, quien se llevó consigo a la niñera que Silvina más amaba. Estas experiencias tempranas moldearon su sensibilidad y su visión del mundo, temas recurrentes en su obra.
Su formación comenzó a una edad temprana con estudios en Europa, donde tuvo la oportunidad de conocer y relacionarse con figuras destacadas como Giorgio de Chirico, Fernand Léger e Italo Calvino. A su regreso a Buenos Aires, continuó su educación con Norah Borges y María Rosa Oliver y se unió a la revista literaria Sur, fundada por su hermana Victoria en 1931.
La publicación de su primer libro, Viaje olvidado (1937), marcó el inicio de una prolífica carrera literaria que incluyó tanto poesía como narrativa. Entre sus obras más destacadas se encuentran los poemarios Enumeración de la Patria (1942); Los nombres (1953) y Breve Santoral (1985), así como los cuentos La furia (1959) y Cornelia frente al espejo (1988). Su obra, inicialmente menospreciada por la crítica, ha sido finalmente reconocida por su originalidad y profundidad.
Silvina Ocampo evolucionó en su estilo poético, pasando de una métrica clásica a formas más innovadoras. Sus temas recurrentes incluyen las metamorfosis del mundo, la naturaleza y la relación del yo con el otro. Su enfoque minimalista en la escritura revela una aversión a la prolijidad y un deseo de expresarse con precisión y claridad.
En una conversación con Giardinelli, publicada en el libro Así se escribe un cuento (Capital Intelectual), la autora compartió sus reflexiones sobre la poesía y el proceso creativo. «Conmover, grabar en la memoria de los otros un sentimiento o una idea para que perdure. Inspirar tal vez otros versos mejores»; es según ella la tarea del poeta.
Sobre qué hace a un verso bueno, ella respondió:
Un verso bueno ante todo expresa algo, algo que el poeta ha necesitado expresar. Un verso bueno expresa límpidamente un sentimiento, un recuerdo, una descripción. Aunque parezca increíble, puede expresar también -pienso en Lewis Carroll- un absurdo, cómico o filosófico. Tiene que estar bien medido y bien acentuado, si el poema que lo sustenta respeta la métrica. Decir un verso adecuado a un acto o a un momento une un poco, sin mediocridad, a las personas reunidas que lo dicen. Un verso malo es el que nunca se recuerda, o casi nunca.
La poesía de Ocampo es un laberinto de significados, donde cada verso es una invitación a explorar nuevos territorios. Si bien respetaba los recursos métricos, su obra es una constante experimentación formal que la sitúa en la vanguardia de la poesía argentina. Su capacidad para crear atmósferas únicas y su uso magistral de la lengua la convierten en una escritora imprescindible para entender la literatura del siglo XX.
«Yo quisiera decir cosas mucho más largas, más largas… Pero no me gusta lo que escribo cuando escribo extensamente. Porque cuando lo hago así, cuando me fluye la escritura larga, me parece que resulta algo que está de más. Mirá —me digo— creo que esto es demasiado… No, simplemente porque me parece que lo que yo quiero expresar se pierde dentro de ese cúmulo de palabras e ideas que he puesto en el papel ¿no? Y entonces, inmediatamente, empiezo a borrar y a borrar, y a hacer todo de nuevo.»
Tres poemas destacados de Silvina Ocampo
A veces te contemplo en una rama…
A veces te contemplo en una rama,
en una forma, a veces horrorosa,
en la noche, en el barro, en cualquier cosa,
mi corazón entero arde en tu llama.
Y sé que el cielo entre tus labios me ama,
que el aire forma tu perfil de diosa
de oro y de piedra, sola y orgullosa,
que nadie existirá si no te llama.
Entre tus manos quedaré indefensa,
no viviré si no es para buscarte
y cruzaré el dolor para adorarte,
pues siempre me darás tu recompensa,
que es mucho más de lo que te he pedido
y casi todo lo que habré querido.
Las huellas
A orillas de las aguas recogidas
en la luz regular del suelo unidas
como si juntas siempre caminaran,
solas, parecería que se amaran,
en la sal de la espuma con estrellas,
sobre la arena bajo el sol las huellas
de nuestros pies desnudos
tan lejanos, y mudos.
Dejando una promesa dibujada
nuestra voz entretanto ensimismada
se divide en el aire y atraviesa
la azul crueldad de la naturaleza
mientras solos cruzamos
la playa y nos hablamos.
Nos iremos, me iré con los que aman…
Nos iremos, me iré con los que aman,
dejaré mis jardines y mi perro
aunque parezcas dura como el hierro
cuando los vientos vagabundos braman.
Nos iremos, tu voz, tu amor me llaman:
dejaré el son plateado del cencerro
aunque llegue a las luces del desierto
por ti, porque tus frases me reclaman.
Buscaré el mar por ti, por tus hechizos,
me echaré bajo el ala de la vela,
después que el barro zarpe cuando vuela
la sombra del adiós. Como en los fríos
lloraré la cabeza entre tu mano
lo que me diste y me negaste en vano.
A lo largo de su vida, Silvina Ocampo se mantuvo en un segundo plano y evitó dar entrevistas, lo que hizo más difícil interpretar su obra. A pesar de esto, su legado literario sigue vivo y su influencia en la literatura continúa siendo apreciada.
La gran autora falleció el 14 de diciembre de 1993, pero su impacto sigue inspirando a nuevas generaciones. En el aniversario de su nacimiento, recordamos su duradera influencia y la belleza de su escritura.