Todos formamos parte del presente, nos identificamos con nuestra contemporaneidad y en ella proyectamos a futuro. ¿Qué querés ser cuando seas grande? Nos decían nuestros adultos con una de las preguntas más esperanzadora de la vida. En la respuesta estaba el futuro, el camino por recorrer.
Por el pasado es más difícil de preguntar, generalmente porque la evocación suele traer recuerdos de pérdidas, personas y cosas que sólo se rememoran en su ausencia, momentos superados, incluso añoranzas de las buenas cosas de “todo tiempo que fue mejor”.
Sin embargo, no seríamos presentes sin un pasado, sin las experiencias de nuestros ancestros, sin un mundo interno poblado de imágenes transitadas, sin un colectivo social que en un momento de la vida histórica de un pueblo decide pasarle la posta a las nuevas generaciones. Tomá!!! Ahora te dejo la cultura en tus manos para que la conserves viva y seas capaz de pasarla a los que vienen!!!
En ese momento nos damos cuenta que el pasado es acción, una tarea por hacer que convive en el presente, que son inseparables, imprescindibles. Que no pueden vivir uno sin el otro a pesar del aislamiento social. Son el futuro.
Sin embargo no todos lo entienden así, algunos sectores (generalmente a los que el pasado los condena) sostienen que situarnos en retrospectiva es patológico, producto de una mente obsesiva que no puede adaptarse al presente, que no puede pensar en el porvenir. Estos reniegan del conocimiento político, social y cultural que engendraron los que nos antecedieron; la preocupación es parte de su lógica, porque si rompen estas cadenas de contacto estarán en mejores condiciones de imponer su barbarie.
En nuestro país se intentó (y se intenta) silenciar el pasado, ocultando y minimizando la ferocidad de una dictadura cívico – militar que ambicionó destruir a una generación con muertes, desapariciones y torturas, que pretendió apagar la cultura viva que ese colectivo tenía para hacer la posta con el siguiente.
Pero no pudieron con todo, nunca se puede con todo por más esfuerzo que se haga, y en algún rincón de la memoria social brotaron los recuerdos “como el musguito en la piedra”. Alguien, algunos, muchos mantuvieron la experiencia con vida, y de a poquito, como un endeble tallo que sale de los escombros, hicieron retoñar la cultura.
Hoy, que todos formamos parte del presente y nos identificamos con nuestra contemporaneidad para proyectarnos al futuro, somos los responsables de mantener la cultura, la que pusieron en nuestras manos, la que estamos obligados a entregar con memoria, verdad y justicia.
Por Fabio Montero