¿Qué significa ser madre cuando se ama y se odia al mismo tiempo? ¿Cómo se sobrevive al parto, a la lactancia, al silencio, a una identidad que se disuelve y se rearma entre pañales y frustración?
Publicada originalmente en 1976 y recién traducida al español por la editorial Las Afueras, El nudo materno es una obra necesaria, brutalmente honesta, que dinamita el mito romántico de la maternidad y se inscribe como un clásico del feminismo contemporáneo.
El libro funciona como un cuaderno de notas, un diario íntimo de la maternidad, sobre su experiencia al convertirse en madre. Lectura breve pero no liviana. ¿Su fuerte? La forma en que expresa las contradicciones internas que va atravesando ella.
Jane Lazarre, escritora y educadora estadounidense, combina en este libro el diario íntimo, el ensayo político y la narrativa autobiográfica para dejar al descubierto lo que tantas veces se oculta: que ser madre no siempre se siente como un acto de amor incondicional.
A lo largo de cuatro capítulos de estructura fragmentaria, más cercana al fluir de la conciencia que a una cronología ordenada, la autora reconstruye su experiencia al convertirse en madre: una joven judía universitaria, criada por un padre viudo y comunista, ve cómo su vida —y su identidad— se rompe en mil pedazos con la llegada de su primer hijo. El libro es, en muchos sentidos, un cuaderno de notas: anota miedos, rabias, ternuras, ausencias, contradicciones.
Uno de los mayores logros de Lazarre es el modo en que construye su yo literario. En lugar de caer en el narcisismo autorreferencial que abunda en cierta autoficción contemporánea, su escritura se vuelve un espejo donde otras pueden reconocerse. No escribe porque le pasó a ella, escribe porque podría pasarnos a todas. Su intimidad, lejos de encerrarse en sí misma, se vuelve experiencia política. Es el yo de una madre, pero también el de una mujer que piensa, que duda, que se deshace y vuelve a empezar.
Su hijo es también fruto de una unión política: el padre es un hombre negro, lo que convierte a su familia en una minoría racial y social dentro de una América blanca donde las movilizaciones por los derechos civiles todavía laten. Mientras en la calle se lucha por la liberación de dos miembros de los Panteras Negras, ella libra otra batalla, más silenciosa, en la cocina, en la cama, en su cuerpo.
Lazarre escribe para no enloquecer. Para no perderse. Para no dejar de existir en medio del agotamiento. Como ella misma confiesa: “La única manera de combatir esos síntomas y encontrar la paz era ponerme a escribir en mi cuaderno de notas.” Pero incluso la escritura, esa herramienta de supervivencia, llega a parecerle inalcanzable. La maternidad, en su forma más real y descarnada, le roba el tiempo, la calma y hasta el deseo de escribir. Sin embargo, como un hilo que no se corta, la escritura vuelve —como vuelve el amor por su hijo, aunque no de la forma en que la sociedad espera.
El punto más fuerte del libro es su capacidad para narrar la ambivalencia emocional sin eufemismos. “Yo daría la vida por él… pero ha destrozado mi vida, y solo vivo pensando en cómo recuperarla”, dice, y en ese “pero” se resume todo el libro. Lazarre no disfraza sus emociones. Reconoce el odio, el deseo de fuga, la frustración y la culpa, pero también el vínculo animal, casi carnal, con ese bebé que depende de ella para sobrevivir. Ese “nudo” es literal y simbólico: se ata y se aprieta entre el cuerpo, el deseo, la historia y el deber.
En su prosa visceral, íntima y poética, hay espacio para el dolor físico del parto, el terror postnatal, el hastío, pero también para la ternura, el redescubrimiento del cuerpo, la memoria de su madre muerta, la infancia, el linaje femenino. El lenguaje es simple pero hondo. A veces parece un susurro; otras, un grito. Nunca una impostura.
El nudo materno no es un libro complaciente. Es una lectura incómoda, reveladora y profundamente humana. Su valor radica en que no intenta resolver nada: no ofrece respuestas ni fórmulas. Solo muestra —como una herida abierta— lo que nadie quiere decir sobre la maternidad, ese terreno idealizado que la literatura, la filosofía y hasta el feminismo han esquivado durante siglos.
¿Cómo se reconstruye una mujer cuando ser madre la ha devorado?
Lazarre no tiene una sola respuesta, pero sí una certeza: escribir puede ser el principio del hilo para salir del laberinto.
Editorial: Las Afueras
Puntuación: ★★★★★








