Lelpi fue distinguido como «Ciudadano Ilustre de Rosario» por sus múltiples aportes a la cultura de la ciudad. Durante la intendencia de Horacio Usandizaga, fue el primer subsecretario de Cultura de Rosario y también ejerció como concejal por el radicalismo. Dirigió el Centro Cultural Fontanarrosa durante los últimos 20 años hasta fines de 2023, consolidando su legado como gestor cultural.
Nacido en Esquel, Chubut, en 1939, Ielpi se mudó a Rosario a los diez años, ciudad que adoptó como suya y que lo adoptó a él. Estudió en el Colegio Nacional N°1 y continuó la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Aunque era periodista, historiador y escritor, siempre se definió como «poeta», siendo un destacado miembro de la generación de los sesenta en Rosario.
Su obra más conocida, «Prostitución y rufianismo», coescrita con Héctor Zinni, le otorgó reconocimiento nacional, explorando la historia prostibularia de la zona de Pichincha en Rosario. Este interés por contar la historia de la ciudad se reflejó en numerosos libros y publicaciones. Entre ellos se encuentran «El vicio absoluto» (1964, reeditado en 2003), «Para bailar esta ranchera» (1975), «El vals de Hermelinda» (1981), «Viajeros y desterrados» (1988) y «Día de visitas» (1994).
La noticia de su fallecimiento provocó una gran consternación en el ámbito cultural de Rosario. Desde temprano, las redes sociales se llenaron de mensajes de despedida y recuerdos de quienes lo conocieron y admiraron su trabajo.
Ielpi también fue parte de revistas literarias como «El Arremangado Brazo» y «Boom», y dirigió la Editorial de la Biblioteca Vigil. Fue traductor de poetas brasileños como Vinicius de Moraes, Manuel Bandeiras y Carlos Drummond de Andrade.
Con motivo de la reedición de su libro fundacional, «El vicio absoluto», Ielpi dijo en una entrevista:
“Hay ejemplos históricos de escritores que denotan su primer libro o descreen de su primer libro. No es mi caso, no es que digo que no lo hubiera vuelto a escribir sino que, con el paso del tiempo, yo pensé que era muy primerizo y quizás no tuve noción real de si tenía valor o no ese corpus poético que había publicado. Además, incluía algunos poemas que hice cuando tenía 19 años”.
Sobre los cambios en su poesía, añadió:
“Me fui olvidando un poco de ese primer libro y mi poesía fue derivando hacia otra cosa, mucho más narrativa. Algunos dicen que era más interesante aquella poesía más contenida y sintética de mi primer libro, después me dediqué a una poesía más prosística, como lo que alguna vez hizo (Juan José) Saer. En esa búsqueda me olvidé de mi primer libro”.
En cuanto a la esencia de la poesía, planteó:
“Siempre peleé porque la poesía no dejará de lado cierto costado coloquial. A mí la pura fracción no me gusta. La poesía metafísica la admiro en Rilke pero no para practicarla. Creo que estos tiempos exigen una mirada distinta sobre lo que pasa en el mundo y adentro de uno mismo también. Rosario ha sido una ciudad de muchas generaciones de poetas, más que de narradores. No quiero ser peyorativo con nadie pero no hay grandes narradores, están Jorge Riestra, Angélica Gorodischer, Ada Donato, Gloria Lenardón o Alberto Lagunas y creo que ahí hay que parar de contar. Pero sí hay muchos poetas. Siempre nos reímos con otros escritores amigos cuando intentan rotular a la poesía de Rosario como si fuera un movimiento, cuando en realidad es muy diverso todo”.
Su influencia y su trabajo incansable en pro de la cultura rosarina dejan una huella imborrable en la memoria de la ciudad.
El «Negro» Ielpi será recordado no solo por sus logros profesionales, sino por su calidez y ese carácter reflexivo, tan propio , siempre dispuesto a compartir su amplio conocimiento y su pasión por la historia y la cultura rosarina.