Un día como hoy, pero en 1810, Mariano Moreno creó la primera biblioteca pública de la Ciudad de Buenos Aires; y casi un siglo y medio después, en 1954, se decretó a nivel nacional la celebración del 13 de septiembre como el Día del Bibliotecario.
En honor a la conmemoración del día de la fecha, entrevistamos a Pablo Murray, jefe de la carrera de Bibliotecología en el ISET 18, para conocer de primera mano los detalles de su trabajo.
¿Qué te inspiró a elegir la profesión de bibliotecario?
La inspiración se dio en función de haber consultado muchas bibliotecas, de estar transitando por archivos y sentir otro mundo, sentir otra sensación, otro ámbito. Eso me inspiró un montón, aparte de la cercanía y de tener la responsabilidad del cuidado del material.
¿Qué tiene de especial esta profesión para vos? ¿Cómo la definís?
Como profesional uno acerca, media la información y las distintas fuentes. Nuestro trabajo le permite a una persona tener material para estudiar o guiar por dónde puede encontrar los distintos formatos, ya sea electrónicos o impresos. Esa cercanía con la gente le da el carácter de especial y de calidez.
¿Qué perfil se espera que tenga un/a bibliotecario/a profesional?
Es en función de la nueva demanda actual del usuario, el cual ha cambiado su forma de acceder a la información. Por tal motivo, hoy las demandas son otras. Por ejemplo, la demanda no solamente de acceso a la información, sino de la espacialidad, es decir, el espacio en sí, ya que estar ahí es también un servicio, y es una tendencia que se está dando muchísimo.
¿Cuáles dirías que son los desafíos actuales de la profesión?
El desafío actual es saber bien qué es lo que se necesita para el nuevo desarrollo de la profesión. Durante la pandemia, precisamente en el aislamiento, se generó un quiebre importante que se venía manifestando en las nuevas necesidades del usuario y que es una impronta, un nivel de reto que tenemos que trazarnos, y de lo cual nos debemos, como profesión, trabajarlo.
¿Qué significa para vos la docencia en esta carrera?
La docencia, y sobre todo en el ISET, da un marco de responsabilidad porque lo que uno dicta, lo que da y lo que desarrolla en clases marca y deja huella en los alumnos y alumnas, para que después puedan hacer las prácticas. Es un sentido de pertenencia, tanto de la disciplina como del instituto.