El día era cuanto menos agradable, de esos que invitaban a salir de la casa para ir a pasar la tarde a algún parque. Seguramente por eso, el museo preparó, a sus espaldas, en la explanada del ex batallón 121, una serie de juegos, arcos de fútbol, mesas de ping-pong y un escenario en que realizaría una clase de zumba.
Transitando por la calle Ayacucho, ni bien se topa con el predio, lo primero que aparece es aquel edificio de vidrios oscuros, envuelto en una gran telaraña blanca de hierros que sostienen la construcción que poco deja ver en su interior.
Unos sonrientes jóvenes con una camisetas turquesas estampadas en el pecho con las letras MDSF (Museo del Deporte de Santa Fe) abren paso a las instalaciones, donde nos recibe un enorme hall, solamente ocupado por un mostrador de recepción a la derecha, otro con calcomanías del museo a la izquierda, contra las ventanas, y en la segunda mitad con la plaza a sus espaldas y colgando sobre el subsuelo, la bola giratoria de led que dice “Museo del deporte santafesino”.
La forma de recorrer el museo es como atravesar un laberinto con una sola dirección, porque no se sigue una línea recta, no se puede intuir muy bien por donde seguirá pero te da la certeza que, presentación mediante con un video de alguna gloria del deporte, en cada esquina o recoveco algo nuevo aparecerá.
Metros más adelante del mostrador de ingreso, unas escaleras mecánicas conducen hasta el primer piso. Allí, el guía invita a meterse por un pasillo algo oscuro, donde en una de las paredes vemos a Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera, ganadores del oro olímpico en 1932 y 1948 respectivamente. A la izquierda, en diagonal a los atletas de antaño, una torre que confirma con grandes letras en qué lugar estamos: el pabellón de los Juegos Olímpicos. Una vez dentro, una larga pasarela adornada por los cinco aros olímpicos, uno tras otro como una pista de obstáculos pero, en vez de ser vallas, forman un túnel. Sobre laterales, informó el joven guía, que una serie de columnas con pantallas brindarían información sobre cada uno de los juegos panamericanos, en la izquierda y los olímpicos en la derecha. Debajo de las pantallas había un botón que al accionarse, comenzaba un video explicativo del juego en cuestión. Tal como descubrió un hombre mayor, respingo mediante, solo con pararse frente a él bastaba que el video comenzara. Del lado panamericano, pero más allá de los arcos, en una vitrina reposan los elementos donados por campeones olímpicos, como una musculosa de básquet de 2004, la camiseta de Lucha Aymar, la de Yanina Martínez, entre otras. Luego, en otra habitación se exhiben algunos elementos del atletismo, como una garrocha, una bala y una serie de fotos de los Chiaraviglio, familia de atletas.
Un poco más allá, en una pared con una secuencia de salto en largo, atletismo nos despide y nos recibe vóley, en una habitación en el recodo de la anterior, y dentro de la misma, una torre con un video de Carolina Costagrande, jugadora de la selección argentina e italiana, campeona del Mundo en 2011 con la azzurra. Dentro la habitación, en una pantalla, los santafesinos nos cuentan su experiencia con el seleccionado frente a una pared estampada que nos enseña las posiciones de ataque y defensa, de un lado y otro de la red.
Retomando por la derecha nos recibe en un video El «Mago» Coria. Una vez dentro, como si fuese un cielo nocturno, un firmamento de pelotas de tenis iluminan el techo dirigiendo la vista hasta una pared con múltiples pantallas, distribuidos aparentemente aleatorias, donde Miguel Tesandori habla del tenis santafesino y su cúspide, la final del Roland Garros 2004 entre Coria y Gaudio. A la izquierda un banco idéntico a los usados en los torneo Masters de la ATP, con su raqueta, el bolso y la toalla, pasó a ser un lugar ideal para las selfies.
Luego de una catarata de fotos, el recorrido prosiguió y tras el video del «Chino» Maidana, apareció, imponente, como si fuese un retrato de un templo, el gimnasio de Amílcar Brusa, forjador de nada más ni nada menos que 14 campeones del mundo de Boxeo. En el ring central, casi como retazos de un recuerdo, unas siluetas en la pared arrojan y se esquivan manotazos al ritmo de la voz del coach. Allí estaba todo tal como lo tenía él, las gradas a la izquierda, un escritorio con los diarios del día, un poco más adelante unas, los lockers de los vestidores, un calefón, bolsas de arena y unos guantes que abandonaron su reposo para ser parte de alguna que otra foto. Una pasarela revestida de pantallas que muestras cartelones de noches de box de antaño, nos despide del gimnasio de Amílcar. Entre los posters algunas vitrinas reposan, entre otras cosas, los guantes notablemente grandes de Carlos Monzón. “Son más grandes que lo usual porque Monzón golpeaba demasiado fuerte, era para equiparar con los rivales “comentó el guía. Aquel señor que descubrió las pantallas en la sección de olímpicos, lo confirmó lanzando una leve risa algo nostálgica.
A los pocos metros nos recibe, en el pabellón de básquet, Julio Lamas, ex entrenador de la selección nacional y quien supo iniciar su carrera en Sport Club Cañadense y Olimpia Basketball Club de la provincia. Adentro, una habitación semicircular nos presenta camisetas de los equipos locales que pasaron y pasan por la Liga Nacional y la Liga Argentina (Torneo Nacional de Ascenso), luego de un muro con un homenaje a la Generación Dorada. Pasando una red de aro gigante, casi contra el final del corredor del básquet, el guía propone participar en un juego: frente a una pantalla táctil del tamaño de un televisor, los participantes deben embocar los tiros al aro presionando la bola en la pantalla, deslizarla hacia abajo y soltarla. El primer participante es un hombre mayor, quien luego de varios tiros poco fortuitos parece haberle encontrado la vuelta pero poca suerte tiene. Los siguientes tampoco fueron más afortunados que él y se jacta de ser al menos “igual de malo” que los más jóvenes.
Como era de esperarse, en Hockey estaba aguardando Luciana Aymar. Pero no solamente en el video. Entrando en el lugar, detrás de un vidrio, se ve un vestuario y paulatinamente aparece ella proyectada en ese escenario. Si no fuera por el vidrio que hay de por medio parece que podríamos tocarla. Recuerda sus vivencias en los mundiales, en los Juegos Olímpicos y que la clave de todo el éxito es el trabajo y la perseverancia. Y así como vino, se fue.
El Rugby abre su exposición con Agustín Pichot y una escultura de un line-out con la silueta recortada de un rugbier. Rodeándola, espera un paseo por todas las camisetas de los equipos de la provincia, una placa la historia las míticas participaciones de los Pumas en los campeonatos mundiales. Del otro lado, se encuentra una maquina con la que los jugadores practican el scrum. Invitados al desafío de probar el artefacto, prácticamente nadie perdió la oportunidad de intentarlo. Solamente lograron empujarlo un grupo de niños que decidieron colaborar con el último muchacho que lo intentó.
Luego, vino un zigzagueo entre los deportes acuáticos presentados por Santigo Lange quien no solo fue el regatista de mayor edad en los Juegos Olímpicos Río 2016 (54 años), sino que lo hizo sin una parte de uno de sus pulmones tras superar un cáncer y obtuvo la medalla de oro olímpica. En el pasillo se proyectan líneas curvas azules y celestes, logrando que las paredes sean agua. A mitad del camino de esta posta, nos topamos con un homenaje a deportistas destacados, encabezados por Federico Molinari, gimnasta artístico.
Luego, el museo nos transporta al río Paraná. En un balcón, con poca luz, ambientada con arena, ramas y una proyección en una pantalla, comienzan a aparecer aquellos sonidos de nuestro río: el agua, el viento que atraviesa las ramas de los árboles, los grillos. Sin darnos cuenta estamos allí, olvidando que estamos en un museo. De repente vemos una silueta de un hombre nadando en el río a la luz de la luna, seguido por una canoa y otra silueta que la dirige. Se trata de Pedro Candioti, nadador que entre el 19 y el 23 de febrero de 1939, con 46 años, unió las ciudades de San Javier y Santa Fe nadando durante 100 h y 33 minutos.
Nuevamente las escaleras, esta vez para llegar a los fierros. Oscar Larrauri nos abre paso al automovilismo santafesino, sección compuesta por un balcón que da a la sección de Candioti. Es imposible pasar por alto el casco gigante, como aquellos que usaba Fangio, que aparece a metros de las escaleras. Dentro de este, está montado un cine con una pantalla curva de 180 grados, donde vamos recorriendo los caminos rurales de Santa Fe y las glorias de nuestros pilotos. Fuera de eso, unos metros por delante, un auto blanco sirve de pantalla de proyector para mostrarnos en un viaje desde el taller por las distintas pistas rurales, la historia de Marcos Ciani y su Dodge Valiant.
El recorrido vuelve a tomar las escaleras para descender nuevamente. La sección de futbol aguarda y Macaya Márquez nos enmarca el peso fundamental del futbol santafesino. El camino se torna laberintico y en cada esquina alguna perla de nuestro futbol decía presente: un balón de oro de Messi, Copa del Mundo, copa América, camisetas de equipos legendarios de la provincia y de los clubes infantiles de los grandes ídolos que dio Santa Fe al seleccionado nacional, balones de cuero que nos llevan a los tiempos en que Harry Hayes hijo y René Pontoni defendían a Central y Newell´s respectivamente. Luego unas pantallas nos remontan a momentos de gloria de la selección nacional, como el gol de Maxi Rodríguez a México en 2006, el quite de Mascherano a Robben en 2014, las atajadas de Vanina Correa en el mundial femenino de este año, homenajes a Menotti, el “Tata” Martino y Marcelo Bielsa. En un pequeño tramo, al igual que con Luciana Aymar, con un bar de fondo dialogan Nery Pumpido con el “Tata” Martino. Luego de que estos pagan su cuenta, dice presente Macarena Sánchez, primera santafesina en firmar un contrato profesional. El futbol se va despidiendo con un mural en honor a Messi, mostrando un recorrido desde su Rosario natal, hasta Barcelona y sus escalas retratadas con portadas de El Gráfico y Marca.
Descendiendo hasta el subsuelo, a mitad de la escalera y bajo la inmensa bola colgante de led, reposa un mural con grandes deportistas de nuestra provincia rezando “Santa Fe cuna del deporte”. Una vez abajo, el propio Dodge Valiant de Marcos Ciani nos espera, como aquel recuerdo del abuelo que espera ser exhibido nuevamente. Junto a este, un moderno auditorio está listo para despedirnos, video mediante, el cual sin importar la dureza del espectador, logra conmover y aseverar aquello que el mural decía.